Más de 120 barcos canarios ilegales cruzaron el Atlántico entre 1948 y 1952 en búsqueda de una vida más próspera. Los últimos supervivientes relatan un viaje lleno de penurias, sin agua ni comida y a merced de los temporales. Era un mes de viaje que costaba unas 5.000 pesetas, una fortuna para la época, y sabían que probablemente serían detenidos por la policía venezolana al llegar a tierra firme.
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