El Palermo se hundió en la costa de Muxía en 1905. El barco llevaba un cargamento de acordeones que, con el movimiento de las olas, traían a tierra una especie de cantar de los ahogados, una marcha fúnebre acuática del más allá que aterrorizó a la gente del pueblo. Una nave de cabotaje que suelta amarras un día de temporal deambula por la ría de Bergantiños y encalla suavemente en un bajo de arena, en una maniobra casi perfecta; cuando van a rescatar la embarcación se encuentran con que solo hay un tripulante: un gato. Dicen que a bordo del
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