Resulta muy seductor relacionar a H. P. Lovecraft con William S. Burroughs. De una manera intuitiva no es difícil buscar puntos de unión entre ellos: pertenecen a una estirpe de escritores desgraciados, ambos han hecho personales cartografías del horror y han forzado los límites mismos de lenguaje. Sus propias biografías, una por exceso y otra por defecto, se superponen como las dos caras de una moneda. Han surcado el siglo XX como dos corrientes subterráneas y afines, dejando tras de sí una obra que cada vez parece hacerse más comprensible.
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