Hace ya años que los contables que gobiernan el mundo del arte lo han convertido en un polvoriento pero muy rentable espanto para consumo de toreros, promotores inmobiliarios, futbolistas, alcaldes de pueblo costero valenciano, banqueros y sus respectivas fulanas. Nada que objetar al respecto y muy especialmente desde que los artistas son los primeros en arrastrarse, si es necesario con los premolares, hasta las timbas más horteras. No será desde luego esta gente la que haga que el arte sobreviva como el único refugio de la emoción...
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