En 1542 Michelangelo Buonarroti fue llamado por el papa Pablo III para decorar las paredes de la nueva Capilla Paulina del Vaticano. El artista tenía 67 años y, lejos de crear una obra propia de un anciano, puso toda su energía para sacar adelante esta pieza. Como siempre, Michelangelo se atrevió a innovar, lo que le hizo granjearse de críticas. Se dijo que la pintura de La conversión de San Pablo era desordenada, que la figura de Cristo boca abajo era poco decorosa, que el santo no tenía pinta de soldado...Sin embargo, es una obra maestra.
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