Tenernos exhaustos de trabajos precarios, cuidados insostenibles, carreras burocráticas para acceder a migajas para pobres, es una forma de tenernos doblegados sin tiempo para articular respuestas, al abrigo de las rutinas, pertrechadas en nuestros munditos mientras el gran mundo escapa de nuestro control. El tiempo se escabulle y solo deja cansancio. Quizás habría que pensar en parar, no como un pulso ante el patrón, o como una estrategia obrera para reclamarle algo más de oxígeno al capital.
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