En el 1066 las huestes del duque de Normandía Guillermo vencieron a los anglosajones en una batalla que podían haber perdido, la de Hastings. El bastardo se convirtió en el conquistador y los descendientes de los indómitos vikingos demostraron que se podían convertir en una fuerza constructiva en la Europa medieval. Inglaterra no fue el único territorio insular que terminaría bajo su dominio, pues en Sicilia también alcanzaron un resonante éxito.
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