Aquel año en el que se pudo ver a Estrellita Castro cantando saetas en los balcones de la capital andaluza, Franco presidió el Viernes Santo la procesión del Santo Entierro. Oficialmente, todo transcurrió con la triunfal normalidad con la que estaba previsto que se desarrollasen los acontecimientos. Pero en realidad, no todo funcionó como se esperaba. Del 20 al 23 de marzo el dictador estuvo en la ciudad hispalense donde debía cometerse el magnicidio.
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