En la Rusia soviética de 1930, las energías culturales de la revolución (el jazz, el arte constructivista, los experimentos teatrales de Meyerhold) seguían vivos. Pero Stalin ya estaba convirtiendo la revolución en una brutal ortodoxia estatal. Tras el comienzo del plan quinquenal de 1928 y la persecución política, los artistas se encontraron en serio peligro si se salían de la línea cultural oficial. Una de las primeras víctimas de estos tiempos difíciles fue La tuerca, un ballet de 1931 con música de Dmitri Shostakovich.
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