Podría parecer mezquino de mi parte, pero desde hace un buen tiempo me molestan esos hombres de barba canosa con mallas negras ajustadas: esos sexagenarios o septuagenarios fanáticos del ejercicio que presumen los miles de kilómetros que han recorrido en sus carísimas bicicletas. Detrás de mis muecas, por supuesto, ha habido un juicio moral: el de que estos hombres, que ya pasan la mediana edad y son entusiastas del ejercicio, son casos evidentes del autocuidado moderno que está fuera de control.
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