Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial Islandia todavía formaba parte de Dinamarca, que se declaró neutral al estallar la contienda arrastrando con ella a la isla. Esa vinculación se remontaba a la era vikinga, cuya presencia probablemente empezó en el siglo VII, aunque documentalmente no hay constancia hasta el año 874 con el asentamiento del caudillo Ingólfur Arnarson en lo que hoy es la capital, Reikiavik. El Gamli sáttmáli («Pacto antiguo») puso fin a una guerra civil que plasmaba el fracaso de la Mancomunidad (...)
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