La incineración del cuerpo de los difuntos es hoy una práctica aceptada dentro de la fe cristiana, pero sigue rodeada de una cierta controversia. El rito de la inhumación mantiene su peso histórico y aunque cada vez más personas optan por la incineración, las reticencias perduran. Son muchos siglos de doctrina vinculada al Antiguo Testamento. El cuerpo, dicen las escrituras, se hizo de barro y cuando muere debe volver a la tierra. Por eso la destrucción del cuerpo por el fuego topó durante cientos de años con una oposición férrea.
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