En 1832, el teniente Julien Hippolyte Fénoux inventó un mástil que más tarde llevaría su nombre. Precursor del semáforo, este ingenioso aparato estaba destinado a facilitar la navegación de los marineros a la entrada de los puertos más peligrosos. El de Etel estuvo en funcionamiento hasta hace algún tiempo, mientras que del de Le Pouldu, a la entrada del río Laïta, sólo queda el edificio. El de Audierne, olvidado durante mucho tiempo, acaba de ser restaurado.
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