Llegados de los lugares más pobres de España durante los largos años del hambre y la posguerra, Vallecas se convirtió en epicentro de la resistencia vecinal. Calles sin asfaltar en las que no entraban los taxis, sin agua potable ni electricidad en las viviendas, y casas de hasta 30 metros cuadrados en las que en lugar de habitaciones había “huecos” se extendían por el barrio conocido como Palomeras Bajas. Audaces, los constructores vieron en este lugar una nueva oportunidad de negocio.
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