El investigador de INAH abunda que en la superficie principal del petroglifo, alineada con el coloso y que también presenta un descenso hacia el sur, se labraron pequeñas oquedades circulares, las cuales representarían la ubicación de comunidades antiguas. En la cara este, se aprecian líneas que aluden a la orografía de la región, abundante en veras hidrológicas y escurrimientos naturales. Estas ‘piedras-mapa’ ayudaban a conocer y facilitar el manejo de los terrenos. Además, eran una forma de preservar el conocimiento de una generación a otra.
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