Según los archivos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de EE.UU., por ejemplo, los agentes estadounidenses pensaban que era poco probable que los soviéticos pudieran producir una bomba nuclear antes de 1953. Más asombrosamente, fue un científico estadounidense, Theodore Hall, quien ayudó a cumplir las ambiciones nucleares de Moscú, al proveer secretamente de información a los soviéticos. Es cierto que Theodore Hall no fue el único ciudadano estadounidense que filtró secretos atómicos al enemigo.
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