En la científica Unión Soviética, hasta bien entrado los años cincuenta del siglo XX, gracias a la labor del eminente Trofim D. Lysenko, cualquier investigador que fijara su atención en los principios de la herencia genética sería rápidamente recompensado con una estancia prolongada, pongamos que hasta la muerte, a orillas del río Yeniséi, no muy lejos de su desembocadura en el océano glaciar Ártico.
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