Allí, a orillas del Nilo, un arqueólogo inglés desconocido desenterraba la primera tumba intacta de un faraón. La había descubierto siete semanas antes y las primeras informaciones eran increíbles. Muebles, cofres, utensilios domésticos, tronos, estatuas, telas y joyas intactas de tres mil años parecían estar devolviendo a la vida a los antiguos reyes de Egipto.
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