El cielo sobre Berlín nos recibe engalanado con una densa armadura de nubes que hace a nuestra nave tambalearse. Si conseguimos atravesarla, habremos llegado a la ciudad prometida. Berlín refleja como pocos lugares los devenires de su historia. Cada vez que el ojo se vuelve a mirarla ya parece otra, más maltratada, más mimada, más sexy. Cuando Wim Wenders quiso retratarla hace veintiocho años, esta ciudad no solo era otra, sino que eran dos. Dos ciudades grises salpicadas de descampados donde antes se irguieron los edificios más suntuosos de Eu
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