John Ford tuvo que lidiar durante toda su carrera cinematográfica con dos estigmas: el de ser un racista y un misógino. Sus detractores se escudaban en las tramas de la gran mayoría de las películas: indios malvados que eran poco menos que monstruos a ojos de los colonos. Pero John Ford espero pacientemente, realizó sus películas y ya en el ocaso de su vida (que no de su calidad como cineasta) lanzó dos contundentes puñetazos en la boca a todos los que le criticaron en su día a través de dos películas: El gran combate y Siete mujeres.
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