La estatuilla, de apenas 5 cm de alto, podría haber sido la pieza central de una deslumbrante corona de los Tudor. Como escribió la historiadora Leanda de Lisle en su web en diciembre, los investigadores habían pensado durante mucho tiempo que la diadema -llevada por Enrique VIII durante las procesiones que marcaban la Fiesta de la Epifanía y por sus cinco sucesores inmediatos durante sus coronaciones- se había perdido, sus metales preciosos se fundieron para hacer monedas y sus joyas se vendieron al por menor al caer la monarquía en 1649
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