En octubre de 2012, la profesora de guardería M.P. se disponía a empezar la primera clase de la mañana cuando abrió el libro de texto y descubrió que estaba escrito en una lengua extraña que no lograba descifrar. Pensó que algún compañero le estaba gastando una broma y le habían dado un libro de texto en ruso, árabe o un idioma similar. Sin embargo, comprobó que todos los niños a su cargo tenían libros similares al suyo. No es que el libro estuviera en un idioma extraño, era ella la que había olvidado como leer.
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