Hace 15 siglos, cuando uno tenía necesidad de escribir una nota o hacer unas cuentas echaba mano de un trozo de pizarra que hubiera por ahí y algo punzante para rayarla. Más o menos como la servilleta del bar de la que nos servimos ahora para garabatear lo que sea. Pero entonces, en Hispania, estaban los visigodos, que llegaron después de los romanos y antes que los árabes, cientos de guerras mediantes, por resumir. Y Faustino le escribía así al señor Paulo en una de aquellas piedras: “Saludo a tu gravedad y te ruego, señor, que como es costumb
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