De todos es sabido que la relación de la caricatura –y, bien podría decirse también, del humor en general– con la política viene de lejos. Los personajes públicos como colectivo y las autoridades en especial han sido objeto privilegiado desde tiempo inmemorial de bromas, burlas, sarcasmos o pullas de la sociedad en su conjunto, de los sectores desplazados y también, muy en particular, de las capas ilustradas.
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