Abrió los ojos. La luz que entraba por el ventanuco se convirtió en un cuchillo que atravesó sus retinas. La resaca era monumental, como no podía ser de otra manera. A su lado, el muchacho dormía plácidamente y Michelangelo Merisi da Caravaggio le dio un puntapié que hizo que cayera ruidosamente del lecho.
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