El relato, que casi todo el mundo conoce, cuenta que en España había una vez ríos poblados de sabrosos cangrejos, que se atrapaban por docenas y se degustaban en casa o en comidas camperas de recuerdo imborrable. Pero todo acabó con la llegada de los cangrejos americanos, acompañados por una enfermedad que fulminó a nuestros cangrejos, a los de toda la vida. Ahora los americanos son los únicos que encontramos, y están por todas partes. Es una historia cierta y triste. Pero hay un detalle en ella que no es exacto, ni muy conocido.
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