Madrid, 20 de julio de 1754. La ciudad duerme, pero en la casa del Marqués de la Ensenada, la noche está lejos de ser tranquila. A las doce en punto, se escucha un golpe seco en la puerta. No es una visita social ni un mensajero con buenas noticias; es un grupo de Guardias Reales con una orden directa del rey. El marqués, aún con la bata puesta y la pluma en la mano, es arrestado bajo la acusación de alta traición. ¿Su crimen? Ocultar órdenes de guerra. Así comienza el fin de uno de los hombres más poderosos de la España ilustrada.
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