La izquierda le debía a Franco un funeral de Estado y se lo dio, pretendiendo humillarlo pero convirtiéndolo otra vez en el centro de la política española. Asomó el Caudillo de vuelta. ¡Buenos días, Excelencia! Y en el rictus de la ministra, de pobre acomplejada, estaba la derrota de la Guerra Civil y la vergüenza de que se os murió en la cama. Los tres representantes del Gobierno, en pie frente a la Basílica, con su cara que quería…
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