Hubo un tiempo en que la capital de Rumanía fue llamada el París del Este, por la elegancia de los edificios con que se embelleció su casco antiguo. Magníficos palacetes y elegantes inmuebles se alternan con monumentales sedes de bancos o museos. Por desgracia, un más que turbulento siglo XX y el mal gusto de los dirigentes del país en los últimos decenios han transformado completamente la faz de la urbe. Ahora se alternan los restos de aquella ciudad majestuosa con la arquitectura comunista que mezcló con facilidad megalomanía y sordidez.
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