Decir que Brutal es brutal es el juego de palabras más sencillo de la historia, pero a la vez es una definición perfecta de lo que nos ofrecen Kei Koga y Ryo Izawa en este primer volumen de la serie. Es brutal en cuanto a contenido explícito, porque no se corta en nada, ni en asesinatos ni en violaciones, pero es más brutal todavía en cuanto a lo que no es visualmente violento, porque es una violencia descarnada y personal, fría, de palabra, de sensaciones. Es la historia de un detective de homicidios muy distinto de lo que podemos imaginar.
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