Un bombero no se capacita para la guerra, sino que se prepara para la paz. Sin embargo, el golpe de Estado de 1936 provocó que el Cuerpo de Bomberos de Madrid tuviese que apagar fuegos esquivando los obuses rebeldes. Y, cuando no había agua, olvidarse de las llamas para centrarse en el rescate de las víctimas, un halo de vida entre los cascotes. Mil veces acudieron a las llamadas de socorro bajo el aguacero de bombas entre el 30 de octubre de 1936 y el 24 de febrero de 1939.
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