En 1986 llegó a España una curiosa y alarmante lista que contenía más de dos docenas de aditivos alimentarios, identificados por sus códigos "E", y etiquetados según eran sospechosos o peligrosos para la salud. Dicha lista, en sus múltiples variantes, fue modificada y distribuida en colegios, hospitales y publicada hasta por diversos periódicos. El más peligroso de todos los aditivos, cancerígeno y letal hasta la médula, era el E-330.
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