En la película El dormilón, Woody Allen despierta después de haber permanecido 200 años durmiendo. Una de las primeras cosas que piensa es que ha sido una lástima despilfarrar así esos dos siglos: de haberlo invertido en terapia, ya casi se habría curado. Esta sardónica escena contra la psicoterapia también podría extrapolarse a muchas otras áreas de la medicina donde la cosa parece ir a trompicones, ya sea por falta de inversión, desconocimiento o simple carencia de recursos públicos, que finalmente originan colas de pacientes a lo Woody Allen
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