Un caluroso día de junio de 1638 se botaba en el Guadalquivir un navío llamado "El Santo Rey Don Fernando". No sería algo extraño que las Reales Atarazanas fabricasen un barco, de no ser porque eran tiempos oscuros para la industria naval sevillana y que, además, el rumbo de aquel navío sería hacia el norte, hacia la Villa y corte de Madrid.
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