Tras el inicio del reinado de Juan Carlos I, afirma, «el aparato represivo continuó utilizando exactamente las mismas prácticas para garantizar la continuidad del régimen. Ya no se trataba de aniquilar físicamente (…) Ahora, el objetivo principal debía ser controlar las calles, contener las movilizaciones y atacar a los elementos más radicales bajo el amparo de la lucha contra el terrorismo».
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