Para los católicos, el bacalao servía para sustituir a la carne en los días en que ésta estaba prohibida por ser un alimento caliente (es decir, que hacía pensar en el pecado). Los clérigos lo catalogaron de frío por salir del agua gélida. Primero se instituyó como preceptivo los viernes, el mismo día de la semana en que Jesús había muerto. La sobrepesca que se había creído imposible por la cantidad de huevas que transporta una hembra llegó bien entrado el siglo pasado, provocando guerras entre Islandia, Inglaterra y Alemania.
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