Pese a los deslumbrantes exponentes de la civilización azteca, su leyenda negra deja pequeña la de los conquistadores españoles. Estos, de hecho, se mostraron horrorizados al conocer sus hábitos de canibalismo y sacrificios humanos, comunes a todos los pueblos de la zona. «Después de que los hubieran muerto y sacado los corazones, llevábanlos pasito, rodando por las gradas abajo; llegados abajo cortábanles las cabezas y espetábanlas en un palo y los cuerpos llevábanlos a las casas que llamaban Calpul donde los repartían para comer».
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