Alejandro me contó que durante mucho tiempo fue incapaz de sentarse de espaldas a la puerta en ningún sitio público, porque cuando los asesinos entraron en el despacho, él estaba de espaldas a la puerta y el trauma le hacía ponerse alerta cuando algo le recordaba el episodio. A mí me sorprendió mucho la naturalidad con la que hablaba, pero entonces me explicó que no siempre había sido así. Hasta pasados muchos años, ni siquiera pudo poner por escrito lo que le había sucedido, porque recordarlo era revivirlo y revivirlo era doloroso...
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