William Morris (1834-1896) fue un tipo majo. Se adivina pronto leyendo ‘La era del sucedáneo’, editado por Pepitas de Calabaza. Basta llegar a la página siete: “Fue un artista que rechazó honores, por ejemplo rehusó en 1887 la cátedra de Poesía del Exeter College o más tarde, a la muerte de Tennyson, el título de Poeta Laureado”. Carecía de soberbia: no le costaba reconocer su incapacidad para entender gran parte de los textos de Karl Marx. Estamos ante un hombre libre de postureo.
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