Una nación hambrienta, una economía por planificar y un montón de propaganda por hacer. Cruzarnos hoy con las imágenes del surtido de longanizas que al menos en teoría había disponibles en los colmados para el pueblo soviético durante los años de posguerra es un espectáculo visual, algo que corre en contra de todas nuestras ideas preconcebidas sobre lo que debía haber en aquellas famélicas mesas familiares y también un carrusel de desafíos alquímicos a medida que vamos viendo longanizas más y más elaboradas y exóticas.
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