A principios de la Edad Media, en lugar con papel los libros se hacían con pieles de animales, conocidas como pergamino. Preparar el pergamino antes de que pasara a formar parte del libro requería un proceso delicado. [...] Las rasgaduras eran algo habitual una vez llegado a la fase final de este laborioso proceso, así que en lugar de tirar el pergamino dañado, los agujeros y los desperfectos similares se reparaban mediante costuras, a veces de manera muy artística, con bordados y con sedas de colores.
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