En España, más de dos millones de personas toman ansiolíticos con regularidad. Es decir, ya hay más personas que los consumen que población diagnosticada por ansiedad y depresión. Los psicofármacos, prescritos de forma masiva en nuestro sistema sanitario, se están convirtiendo en una bomba de relojería con costes millonarios. ¿Trivializamos su consumo? ¿Y cuáles son las consecuencias?
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