Andy Warhol dejaba claro que su trabajo con el Commodore Amiga era sin discusión Arte. Nueva York, mediados de los 80. El consagrado artista Andy Warhol se mostraba en su estudio ante un puñado de periodistas, productores, representantes y marchantes de arte. Menudo, parco en palabras, calzado con zapatillas deportivas y vestido de un negro integral que hacía destacar su albina y revuelta cabellera y sus brillantes gafas rosadas de pasta... transmitía una mezcolanza de sobriedad, de matices juveniles y de rebeldía a pesar de su edad madura.
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