Cerrar podrá mis ojos la poestrera/ sombra que me llevare el blanco día/ y podrá desatar esta alma mía/ hora a su afán ansioso lisonjera; Los versos de Francisco de Quevedo nos recuerdan aquellas rimas más posteriores de Gustavo Adolfo Bécquer en la Rima XCI en el que se hace referencia a la inmortalidad del amor (...) El poema es una declaración de amor en toda regla en el que anuncia a su amada que, aunque muera, él continuará amándola. En la primera estrofa, iniciada con un gran hipérbaton, el autor nos sitúa frente a un caso hipotético
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