Como si la Roma bajoimperial no hubiera tenido suficientes frentes que atender, en el siglo IV d.C. se le abrió otro tan inesperado como duradero -casi un centenar de años-, y con tintes un tanto surrealistas porque no se desarrolló contra enemigos externos ni internos sino que consistió en una dura controversia entre senadores cristianos y paganos por colocar o retirar una estatua de la Curia. Se la conoce popularmente como Guerra de las Estatuas, aunque en realidad sólo era una la protagonista: la de la diosa Victoria.
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