Alexandra fue una nómada fascinante que traspasó todos los límites del amplísimo conocimiento que tuvo a su alcance. Feminista, anarquista, escritora, exploradora, antropóloga, cantante y compositora; en su juventud fue también discípula del gran Élisée Reclus. Llegó a hablar tibetano, a escribir más de una treintena de libros, a dar clases de sánscrito y a renovar su pasaporte a la edad de cien años, además de convertirse en lama a los 78. Fue la primera occidental que entró en la ciudad santa de Lhasa, en el Tíbet.
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