«Por la influencia victoriana, el ajedrez se desarrolló en el XIX y XX como un juego intelectual, ideal para burgueses, con grandes modales y emociones contenidas. Sin embargo, incluso en la Edad Media, cuando era un entretenimiento aristocrático, ya tenía una cara B. Después de la Revolución francesa, esta se mostró con todo su esplendor en el Café de la Régence, donde Marx conoció a Engels una noche de cervezas. Allí se apostaba duro al ajedrez, se desplumaba a novatos, se jugaba bebiendo y en el barrio había más prostitutas que en todo París
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