Hugo de Ana lo confía todo a la supuesta espectacularidad de una escenografía que no tiene más hallazgos que una enorme puerta para la escena de Amneris y una gran escalinata aprovechando toda la profundidad de la caja escénica en la marcha triunfal. Más allá de esto... la nada, una sonora y tediosa repetición de clichés, lastrada por un vestuario y unas caracterizaciones que, siendo generosos, cabe calificar de poco afortunados.
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