Cuando en la década de 1990 los talibanes golpearon a la puerta del Instituto Afgano del Cine, donde Habibulá Ali trabajaba, este tenía sus motivos para tener miedo: junto con otros empleados, habían escondido miles de bobinas de películas prohibidas por el régimen. Salvadas por los pelos, hoy, estas películas se están digitalizando para su difusión. Rodadas en farsi y en pastún, estas películas hablaban de amor, de cultura o de amistad. En las imágenes, se ve a familias enteras de pícnic en los parques y a las mujeres con falda corta.
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