La evidencia neurocientífica sugiere que el sedentarismo no solo tiene un impacto negativo en el bienestar físico, sino también en la salud cerebral. El ser humano está diseñado para moverse: la actividad física es el fundamento del funcionamiento cerebral. En el aula, si el docente simplemente pide a sus estudiantes ponerse de pie y estirarse, el cerebro recibe un 7% más de oxígeno. Incorporar actividades de movimiento en el aula implica favorecer la actividad cerebral y esto tiene un impacto positivo en el aprendizaje y el rendimiento.
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